jueves, 17 de noviembre de 2011

Un millar de dientes negros 1


Un millar de dientes negros (Introducción)

            Llevábamos más de una hora esperando a que bajara la marea, aún había bastante agua sobre la orilla de las cuevas. Muy de vez en cuando corría una fresca brisa desde el mar, pero el resto del tiempo el sol parecía inagotable. Todavía nos duraba ese sabor amargo en el paladar, aunque por momentos nos olvidábamos de ello y nos dejábamos llevar como niños. Fedra buscaba dientes de tiburón entre los caracolillos que clasificaba y reagrupaba según sus formas y colores, yo estaba seguro que en esta ocasión terminaría encontrando alguno. El agua resultaba una tentación irresistible aquella tarde, seguramente no superara los quince grados de temperatura, pero afuera sin un gramo de sombra la Piedra Guacha asemejaba un hervidero. El golfo estaba planchado; el agua me llegaba a la cintura y podía ver el fondo, daban ganas de bebérsela toda. El sol resplandecía sobre la superficie y por momentos te cegaba. Estaba lleno de pequeñas medusas inofensivas que flotaban sumergidas en el agua cristalina y destellaban unos colores verdosos y violáceos maravillosos.

1 comentario:

  1. Muy bueno Francisco, quisiera leer como sigue, animate y publicalo suerte. letty

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